Creo no ser nada sospechoso de simpatizar con ninguna izquierda, pero mucho menos con la comunista. Sin embargo quiero referirme a una circunstancia que me parece muy injusta: la forma y el fondo del desmantelamiento de una organización como IU con tres décadas de trabajo detrás por parte de un grupo arrogante que no respeta nada ni a nadie y que se cree superior a todo y a todos, Podemos.
Aunque al final la arrogancia se paga, y esta operación le ha salido rana a las huestes de Iglesias, el daño ya está hecho al menos para los miembros de IU que han sido expropiados de toda una vida de lucha y militancia por parte de unos chicos adinerados aunque disfrazados de revolucionarios descamisados. Pero sobre todo, muy desconsiderados.
No tenían derecho. ¿Quiénes son esos jóvenes acomodados para privatizar para sí ese legado de décadas de servicio en cada barrio y en cada pueblo de toda España, de tantas y tantas causas por mí no compartidas pero que merecen cierto respeto?¿Dónde estaban estos podemitas cuando IU se batía el cobre con los dos grandes partidos en cada Pleno municipal y en cada parlamento autonómico?
La historia de IU, como la de cualquier coalición que aúne a familias tan complejas como el PCE, el PASOC, el PSUC o el PCPE, ha sido bien convulsa. Pero creo que se merecía otro final que acabar en un saldillo a cambio de dos sillones y sometidos sus militantes históricos a los rutilantes revolucionarios de tertulia, una suerte de toreros de salón de la política, tras tantos años de revolución de la de verdad, de la que se libra día a día en la defensa de los derechos sociales y entre los más necesitados. Y reitero mi perplejidad personal por el hecho de que a estas alturas siga existiendo comunismo, del tipo que sea, eso no lo cambia esta reflexión, nacida del rechazo a la injusticia de quienes están ebrios de soberbia y ambición. O lo estaban hasta las elecciones, ahora tal vez sólo queda la resaca y los platos rotos de IU.
La noche electoral, con todas sus tensiones, sustos, alivios, incertidumbres y finalmente la frialdad de los datos consolidados ya avanzado el recuento, no son el mejor momento para hilar discursos. Por eso casi todos los candidatos llevan escritos sus discursos, y luego usan el que más se adapta a sus resultados, a veces muy alejados de sus expectativas. 
