¿Ideología o fanatismo?

Cuando no hay argumento posible para defender la gestión de un Gobierno tan demencial como el de Zapatero, sólo los fanáticos y los cínicos continúan haciéndolo con la desfachatez de quien no siente respeto alguna por la verdad o la justicia. Unas veces para preservar prerrogativas, otras para no reconocer el error o con la intención de engañar a los demás sobre algo que se sabe pernicioso, perjudicial, dañino para la sociedad. Y que te den igual cinco millones de parados. Pero se necesita una poderosa droga para lograr que las mentes se cierren a toda actitud crítica: la ideología. Donde acaba el pensamiento, empieza la ideología. Donde acaba la libertad, empieza el fanatismo.

Como no se puede defender una gestión apelando al entendimiento, hay que recurrir a lo más primario de la ideología fogueando sentimientos, pasiones y emociones que nublen lo más posible ese entendimiento. Así piensan estos sectarios: No quitamos parados, pero quitamos crucifijos. No desenterramos la confianza sepultada por los errores de Zapatero, pero desenterramos la rabia y la cerrazón de otros tiempos para afianzar esta ideología ciega. No somos capaces de destruir a la oposición, pero tratemos por todos los medios de destruir su imagen. No podemos tapar las cifras del desastre económico, pero tapemos los ojos mediante la censura y la manipulación. No podemos disolver las filas del paro, pero podemos maquillarlas. No podemos convencer ni a los nuestros, pero exijámosles una obediencia ciega e irracional a nuestros jerarcas. Anulemos la mente, el poder es de la pasión. No queremos militantes críticos, queremos forofos y exaltados.

La llamada de Felipe González a la ideología esconde realmente una llamada al fanatismo. No hay honradez alguna en cerrar filas con quien tanto daño está haciendo a España. Y Felipe parte de ese reconocimiento explícito. Cuando no queda otro argumento que la ciega defensa de la sinrazón, a eso no se le llama ideología, se le llama fanatismo. Otra actitud ética es posible: reconocer que Zapatero ha sido un tremendo error. Que sus decisiones han sido tremendamente equivocadas. Que el daño que ha hecho a sus compatriotas costará mucho sufrimiento. Y dejar paso a otros. Empeñarse en justificar los errores y los abusos de Zapatero es sepultar bajo éstos a un socialismo que no debe desaparecer como alternativa en un futuro, si bien es cierto que costará mucho recuperar la confianza de los españoles.

Seamos sinceros: una cosa es la ideología y otra el pensamiento único, el fanatismo, la cerrazón, el delirio. Hoy apoyar a Zapatero es un ejercicio de extravagancia, cuando no de mera provocación. Otra cosa es que lo que Felipe hizo fuera precisamente llamar a la defensa del PSOE frente a Zapatero. Eso me cuadra más en un hombre de Estado que pudo cometer errores y abusos, pero cuya visión de Estado está a años luz de este iluminado e irresponsable visionario de ZP, cuyos ramalazos autoritarios, cuyo sectarismo y cuya indiferencia hacia el destino de España dan bastante miedo.